12 marzo 2008

Iguanazul 2 Ensayo | Lapislázuli





¡El encontronazo…!

Alberto Becerril Cipriano
[1]
Imagen de Francisco Javier Santiago Regalado, "Puga" (diidxazá/zapoteca)




El 12 de octubre para muchos es el día de la raza porque dicen que en tal fecha “se encontraron dos mundos”, y celebran el “descubrimiento” como si los habitantes de este continente estuviésemos escondidos.
Pero los descendientes de los pueblos que vivieron aquellos acontecimientos dicen que, en realidad, el tan mentado encuentro fue, más bien, un desigual encontronazo en el que los invasores venían armados hasta los dientes y asesinaron por placer a los indefensos dueños originarios de estas tierras durante años, despojándolos luego de sus joyas, de sus tierras, de sus hijas y sus esposas. Dicen que la muerte llegó a través de una espada en forma de cruz, y que después los obligaron a besarla diciendo que en ella había muerto su Dios, y que esa cruz era su Dios, un Dios de amor. Ellos se preguntaban sorprendidos: “¿Cómo puede un Dios de amor causar tanta destrucción para quienes supuestamente ama y que por ellos murió?”
Y ahora, a 514 años de distancia, los indios de América, a quienes nos referimos en este texto, se siguen acordando de aquella masacre que comenzó el 12 de octubre de 1492 y que no ha terminado. Se siguen preguntando si será verdad aquello de que “los indios son sujetos prioritarios del estado”, y que ahora sí se les hará justicia, por eso se arman encuentros y “pactos por la justicia y la gobernabilidad” y el “Estado de derecho” y hacia una “nueva relación con el Estado”. Pero los indios hace ya un buen rato han alzado su voz y su sabiduría dejando con la boca abierta a quienes siempre dicen que tienen la razón y la verdad.
Pero los que están del otro lado, los descendientes de los invasores, no están dispuestos a dejar la plaza a los pinches indios calzonudos, y aunque dicen que sí, que cómo no, que están abiertos al diálogo, lo que se viene es otro encontronazo —Dios (¿el de la cruz o el de la espada?) no lo quiera—. Sí, aunque digan que en nombre de Dios no nos reprimirán. Ya ensayan el otro argumento: Dios quiere que mueras para que seas feliz en el cielo o por lo menos en el purgatorio.

Puebla. México. Mundo Indio

El estado de Puebla es indio. ¿Eh? Sí, en el estado de Puebla viven ocho de los 62 llamados grupos étnicos de México. Nosotros preferimos llamarnos pueblos originarios. Esos ocho tienen entre 615 mil y 750 mil habitantes que constituyen el 15 por ciento del total de la población de la entidad.
A nivel existimos por lo menos 62 de estos pueblos originarios cuya población va, en el caso de los norfronterizos, desde 50 o 100, hasta más de un millón en el caso de los pueblos mayas y nahuas, que ocupan amplias regiones en la República Mexicana.
Algunos estudiosos dicen que somos unos ocho millones de indígenas y algunos afirman que somos más de 15 millones. Pero, ¿cuáles son los criterios para definir estas cifras? Quienes sostienen la primera idea piensan que gracias a Dios, al progreso y a la expansión de la escuela pública, cada vez somos menos indios. Usted ¿cómo la ve?
Los demás se acercan un poco a la realidad, pero nomás le quiero decir a usted lo siguiente: Imaginemos (pero esto pasa todos los días en la realidad de la sociedad india. ¿A poco también se le llama sociedad a un conjunto de pueblos que viven organizadamente, practicando sus costumbres y sus tradiciones, recreando valores como el respeto, el compadrazgo, el amor a la Madre Tierra, la solidaridad de verdad, la no violencia, el trabajo, la tolerancia y etc., y son diferentes porque hablan lenguas extrañas y visten diferente?) Imaginemos, repito, que un día cualquiera, probablemente sábado, domingo o día de fiesta patronal, un indio fuerte y trabajador se casa con una india fuerte y trabajadora.
Aproximadamente al año este matrimonio (porque el enlace conyugal entre indios también se llama matrimonio) tiene un hijo, y si “planifica”, tendrá unos tres hijos o hijas en los próximos cinco años. Pero como hay indios al menos en 23 estados de la República, y una cantidad considerable en la ciudad de México, la más pluricultural del mundo según la maestra Silvia Schmelckes, imaginemos, insisto, en que al menos se casen 100 parejas de indígenas. Es casi seguro que en cinco años tendremos 500 indios más, y no creemos que esa misma cantidad o más mueran en cinco años, pues las bocinas y pantallas dicen que los servicios de salud en este país son excelentes. Entonces, estará usted de acuerdo con nosotros, apreciable lector, que en este país somos y existimos cada día más indios que ayer.
O sea que, a menos de que hubiera una epidemia o una guerra exterminadora de indios, a éstos les toca un poco de la etiqueta de “explosión demográfica”, y no por el milagro de la educación o la precisión de las estadísticas seremos menos.
Pero, claro, su opinión cuenta. Pues a nivel de continente Americano existen registrados 414 pueblos originarios que incluyen a 30 y tantos millones de indios. Y ya no pensemos en Asia, África, Europa, Oceanía. Más de seis mil lenguas hacen la diversidad lingüística y cultural de nuestro planeta, aunque sólo menos de 200 están registradas como idiomas nacionales. El Planeta, pues, también es indio.


[1] Alberto Becerril es poeta de origen totonaca y se desempeña como profesor de la Universidad Pedagógica Nacional.

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